Las abejas son uno de los insectos más antiguos que se conocen, se estima que existen desde hace más de 30 millones de años. Habitan en todos los continentes del planeta, a excepción de la Antártica. Son extremadamente sociables, ya que viven en colonias que se establecen en enjambres y se organizan con funciones que están perfectamente coordinadas en una jerarquía de tres rangos sociales: La abeja reina (una única madre de toda la colonia y hembra fértil), los zánganos (machos, cuya principal función es fecundar a la reina) y las abejas obreras (encargadas de la búsqueda de alimentos, alimentación de la reina, cuidado de la descendencia, construcción, limpieza y mantenimiento del nido, y defensa de la colonia).
Son insectos polinizadores por excelencia, es decir, transfieren polen desde los estambres hasta el estigma para germinar y fecundar los óvulos de las flores, haciendo posible así la producción de semillas y frutos. Una función esencial para el equilibrio de la naturaleza, ya que contribuyen activamente a la supervivencia de muchas especies de plantas, que se reproducen gracias al transporte de polen que llevan a cabo las abejas al alimentarse del néctar de las flores. La polinización es básicamente, la fecundación de las plantas, es decir el origen de la vida de todo lo que crece en la tierra. Gracias a ellas tenemos tanto flores y vegetación, como frutas, vegetales y un largo etcétera de alimentos y medicamentos derivados de estas plantas.
La abeja es un eslabón del medio natural del cual dependen tanto los ecosistemas como el ser humano. Sin ir más lejos: un tercio de la producción agrícola mundial, que comprende los 87 cultivos alimentarios más importantes para los humanos, necesitan ser polinizados. Incluso, el 75% de los cultivos de todo el planeta que producen frutas o semillas para uso humano dependen, en mayor o menor medida, de estas polinizadoras, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO). Incluso, se ha calculado que el valor económico de la labor de polinización de las abejas y otros polinizadores para la agricultura es de unos 265.000 millones de dólares anuales en todo el mundo.
Sin embargo, actualmente el 40% de los polinizadores invertebrados como abejas y mariposas se encuentran en peligro de extinción. ¿El problema? Su especie está amenazada como resultado de cambios en el uso de la tierra, la pérdida y deterioro de sus hábitats, los pesticidas, producto de las malas prácticas de la agricultura industrializada y los parásitos, enfermedades y otros impactos producto del cambio climático.
El declive o desaparición de estos polinizadores puede comprometer la seguridad alimentaria y la conservación de muchos ecosistemas. Por eso, la ONU declaró el 20 de mayo, el Día Mundial de las Abejas y otros polinizadores, para crear consciencia sobre la importancia de estos insectos, las amenazas a las que se enfrentan y su contribución al desarrollo sostenible. Un homenaje a esos trabajadores silenciosos y una llamada a su conservación.
¿La solución? El primer paso es prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso y hacer que las normativas en el uso de los plaguicidas sea mucho más estricta. Por otro lado, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas y la solución definitiva es la adopción de la agricultura ecológica como única vía para una producción de alimentos respetuosa con todos los habitantes del planeta, porque garantiza una producción sana y sostenible, protege el suelo, el agua y el clima, promueve la biodiversidad, no contamina el medioambiente con agroquímicos ni transgénicos y respeta la salud de las personas.
Este cambio lo puede iniciar la clase política al legislar por un modelo de agricultura ecológica, los agricultores al cambiar sus prácticas de cultivo, las empresas desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas, y uno como consumidor, demandando y consumiendo productos ecológicos y locales.
El Día Mundial de las Abejas y otros polinizadores es una oportunidad para descubrir el gran servicio que muchos insectos prestan a los humanos. No solo producen alimento; también mantienen ese manto verde y florido que cubre el mundo.
Fuentes: