A fines de marzo del 2020, los científicos detectaron el agujero más grande que se haya visto en la capa de ozono. Sobre el sector del Polo Norte se veía un agujero de enormes dimensiones, que presentaba una extensión de casi un millón de kilómetros cuadrados (según la Agencia Espacial Europea) y que amenazaba con afectar, entre otras cosas, los ecosistemas, la velocidad de los deshielos, dañar el sistema inmune de los organismos vivos y a su vez aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de piel y cataratas en los humanos.
La noticia no dejó a nadie indiferente. Para entender bien de qué se trata, la capa de ozono se ubica a una altitud de entre 10 y 40 km sobre la Tierra, en la estratosfera. Se considera uno de los escudos más efectivos contra la rayos dañinos del sol y la radiación ultravioleta, hacia todo el tipo de vida existente en el planeta. Sin embargo, se trata de un frágil escudo de gas que lleva años amenazado por la utilización de aerosoles y productos químicos que dañan su equilibrio. En la década de 1970, los científicos alertaron al mundo sobre su declive y su papel crucial para el desarrollo de la vida en el planeta Tierra.
A un mes de este suceso (para fines de abril del mismo 2020) el mundo se vio asombrado por la buena noticia de que este agujero sin precedentes de la capa de ozono, ubicada en hemisferio norte, se cerró, y de pronto ya no existía. Este fenómeno se explica a las condiciones climáticas poco habituales que se presentaron, en donde fuertes vientos habían atrapado aire frío sobre las capas del Ártico durante varias semanas seguidas y se creó lo que los científicos llamaron un "Vórtice Polar”. Es decir, una especie de poderoso ciclón, que gira sobre sí mismo y genera suficiente impacto como para abrir un agujero en el ozono de la estratósfera. Y aunque parezca extraño, este no se trata de un fenómeno aislado porque ya se habían producido “mini agujeros" en la capa de ozono en ese mismo sector, aunque no con este inédito tamaño, ni duración.
Y como muchos pensaban, el motivo de su desaparición no tuvo nada que ver con la reducción de la contaminación, producto del confinamiento durante la emergencia sanitaria que vive el planeta a raíz del Coronavirus, sino que con una ola de calor que superó los 20º C, según afirmó el Servicio de Monitoreo de Atmósfera Copernicus.
En resumidas cuentas, este agujero fue básicamente un síntoma del gran problema del agotamiento del ozono, y se cerró debido a los ciclos anuales locales, no a una curación a largo plazo. Sin embargo, hay esperanza: la capa de ozono se está curando, pero lentamente. Aunque el agujero sobre el Polo Norte ahora está cerrado, los científicos dicen que podría abrirse nuevamente si las condiciones meteorológicas lo permiten.
Cabe mencionar que en los últimos 35 años ha habido un agujero de gran tamaño abriéndose anualmente sobre la Antártica. Su tamaño varía de año en año y no hay señales de que se cierre definitivamente en el corto plazo, pero al menos ha habido una recuperación lenta desde que se prohibió el uso de CFC (clorofluorocarbonos) en 1996.
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