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Los principales mitos en torno al testeo animal

A pesar de que cada vez más marcas cosméticas han decidido adoptar una política libre de testeo animal en la fabricación de sus productos, la experimentación en animales aún es una realidad en países como China, Estados Unidos y Chile, entre otros.

La falta de regulación en esta materia se ha traducido en el uso anual de decenas y cientos de millones de animales para experimentación, a nivel mundial. Y el uso de animales no solo se limita a los productos cosméticos; también son utilizados en investigaciones científicas relacionadas al uso de fármacos y ciertas enfermedades. Sin embargo, existen numerosos estudios que desmienten la creencia de que las pruebas en animales son más eficientes. 

Para convertirnos en consumidores conscientes y respetuosos con el medio ambiente, les dejamos esta nota con los principales mitos entorno al testeo animal.

  1. Las pruebas en animales son más eficientes que los métodos alternativos

Este es quizás el argumento más utilizado para desacreditar a los productos que no han sido testeados en animales. Sin embargo, como explica InVitro International, los experimentos en animales predicen la reacción humana a los cosméticos solo entre un 40 a 60% del tiempo, mientras que las alternativas demuestran una precisión del 80%.

En 1986, el departamento de Farmacología Clínica del hospital St Bartholomew, en Londres, demostró que “las pruebas in vitro para la evaluación de seguridad a largo plazo de medicamentos ofrecen ciertas ventajas. Se pueden identificar propiedades específicas de los medicamentos, incluidos los efectos mutagénicos y cancerígenos”, y agregan que “estas pruebas deberían reducir la cantidad de pruebas en animales requeridas para la detección de nuevos medicamentos”.

  1. Es necesario experimentar en animales para estudiar el cáncer

En 2015, distintas agencias de investigación de Inglaterra ordenaron a científicos de ese país que mejoraran sus métodos de pruebas en animales, debido a la ineficiencia de sus resultados en pruebas de nuevos medicamentos para los accidentes cerebrovasculares, el cáncer y otras afecciones. Esta problemática ha sido estudiada durante dos años por el Research Councils UK, el cual determinó que si no mejoran sus métodos de investigación, perderán su financimiento. 

Ese mismo año, científicos del Cambridge Quarterly of Healthcare Ethics demostraron que “los daños y costos para los humanos por la experimentación con animales superan los beneficios potenciales. Por esta razón, dichos recursos se invertirían mejor en el desarrollo de métodos de prueba basados en humanos”, se lee en dicho estudio.

Gracias a este y otros estudios, el NCI (National Cancer Institute) ahora solo usa células cancerosas humanas para encontrar nuevos medicamentos contra esta enfermedad, medida que les ha permitido ahorrar un millón de ratones, además de mejorar las posibilidades para combatir el cáncer.

  1. Los animales no sienten dolor durante los experimentos

La política pública actual en la mayoría de los países exige el tratamiento o prevención del dolor de animales de laboratorio en la medida de lo posible. Sin embargo, "en la medida de lo posible" ha establecido un vacío legal en relación a las obligaciones que tienen los laboratorio de no causar dolor a los animales que utilizan. Un ejemplo de este vacío legal se puede ver en las imágenes que han dado la vuelta al mundo del Laboratorio de Farmacología y Toxicología (LPT), en Alemania, donde gracias al trabajo encubierto de Cruelty Free International y Soko Tierschutz, se puede ver cómo torturan sin anestesia alguna a monos y gatos, entre otros animales. Aunque gracias a estas imágenes se terminó clausurando el laboratorio, aún quedan muchos otros que mantienen las mismas prácticas.

Una encuesta de 2009 realizada por investigadores de la Universidad de Newcastle descubrió que los ratones y las ratas que se sometieron a procedimientos dolorosos e invasivos, como cirugías de cráneo, experimentos de quemaduras y cirugías de columna, recibieron medicamentos para aliviar el dolor después del procedimiento, y solo alrededor del 20% del tiempo.

 

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