Las características geográficas de nuestro país nos dotan de una rica biodiversidad, ya que sus distintos tipos de climas favorecen el surgimiento de especies únicas y endémicas.
Existen aproximadamente 31.000 especies nativas, entre plantas, animales, algas, hongos y bacterias, además de una amplia riqueza de ecosistemas terrestres y acuáticos: Los bosques representan el 22% de la superficie terrestre y los ecosistemas de montañas ocupan cerca de un 63%. En todos ellos una importante biodiversidad de flora y fauna son altamente frágiles a los cambios climáticos y la actividad humana.
Las principales amenazas para esta diversidad biológica son la pérdida, degradación y fragmentación producidos por el cambio de suelo, el desarrollo indiscriminado de los sectores productivos, los incendios forestales y los cambios climáticos. Factores que avanzan a pasos agigantados y son el motor de que que hoy existan organizaciones que luchen para la protección del medio ambiente nacional.
El Océano Pacífico bordea nuestro país de norte a sur, por eso, organizaciones como Oceana trabajan para la conservación y protección de los ecosistemas marinos, involucrándose en la regulación de industrias generadoras de contaminación que afectan directamente al mar. Costa Humboldt por su parte, es una organización dedicada a la conservación de la biodiversidad marina y cultural de nuestro país. Ellos trabajan velando por el resguardo de los ecosistemas, sus hábitats, especies y riqueza cultural con el fin de proteger los espacios de gran importancia socioambiental.
Así también, la organización Balleza Azul se dedica a la ciencia aplicada para la conservación marina con un enfoque en sus mamíferos. La información que ellos generan tiene el propósito de impulsar estrategias de conservación, manejo, educación y desarrollo sustentable.
Algo parecido sucede con el gato andino, el felino más amenazado de América y uno de los menos conocidos a nivel mundial. Por eso, la Alianza Gato Andino (AGA) contribuye al conocimiento y conservación de este animal y su hábitat, mediante estrategias de investigación, conservación, participación comunitaria y apoyo en la gestión de áreas silvestres.
Lo mismo ocurre con otro tipo de animales, como nuestros pájaros. Para ellos, la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre (ROC) trabaja en la protección de las aves y la naturaleza de nuestro país, mediante proyectos de investigación y educación. Lo interesante es que se inspiran en el trabajo colectivo donde cualquier observador/a de aves puede aportar en el conocimiento y la conservación de las aves del país. Pues, son socios oficiales de eBird, la base de datos de aves más grande del mundo.
Por su parte, la fundación Reforestemos nace después del gran incendio en Torres del Paine, con la misión de recuperar y conservar áreas de alto valor ecológico o socioambiental a través de la reforestación con especies nativas y la promoción y educación sobre la vital importancia de preservar este patrimonio natural.
La Fundación Melimoyu es la más antigua no gubernamental dedicada a la creación de áreas protegidas. En sus 25 años ha impulsado la creación de 1 millón de hectá-reas de áreas protegidas terrestres y marinas, públicas y privadas, incluyendo par-ques y reservas nacionales, parques marinos, reservas marinas, áreas marinas cos-teras protegidas de múltiples usos, santuarios de la naturaleza y reservas privadas.
Y sólo por mencionar una más, WWF Chile trabaja para proteger los ambientes terrestres y marinos del sitio prioritario Sur de Chile, zona identificada como uno de los 35 lugares más importantes para la conservación en el mundo, al mismo nivel que lugares icónicos como Galápagos o Madagascar. Se preocupan de que tanto las especies animales como vegetales que habitan en la zona se encuentren debida-mente protegidas.
Existen diversas organizaciones trabajando por mantener la biodiversidad del país viva, pero la clave está en crear conciencia en quienes vivimos en estos ecosistemas, cambiar nuestros hábitos es fundamental para la supervivencia de las especies.